EL AUTISMO EN LOS ESPACIOS LABORALES: CONSTRUYENDO INCLUSIÓN SIN ETIQUETAS

Por Mgs. Diane Rodríguez – 02 de abril de 2025

La diversidad es una necesidad. Cuando hablamos de inclusión en los espacios laborales, solemos pensar en categorías visibles: género, identidad de género, etnia. Pero, ¿qué pasa con aquellas diversidades que no se ven a simple vista? Hoy, en el marco del Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo –celebrado cada 2 de abril–, me permito reflexionar sobre cómo las empresas pueden convertirse en espacios seguros y productivos para las personas autistas, sin la obsesión de identificarlas, sino con el compromiso de acogerlas.

No se trata de colgar etiquetas ni de señalar con el dedo quién está o no en el espectro autista. Ese no es el punto. El verdadero desafío es transformar los entornos laborales en lugares donde cualquiera, incluidas las personas con esta condición, pueda florecer. Porque si algo nos ha enseñado la lucha por la equidad es que la inclusión no discrimina: beneficia a todos.

El autismo y el trabajo: una realidad silenciada

El autismo, como condición del neurodesarrollo, implica una forma distinta de procesar el mundo. Sensibilidades sensoriales, dificultades en la interacción social o preferencias por rutinas claras son algunas de sus manifestaciones. En un mundo laboral diseñado para la norma –léase oficinas ruidosas, reuniones improvisadas o dinámicas sociales exigentes–, estas características pueden convertirse en barreras invisibles. Pero, ¿y si en lugar de verlas como obstáculos las entendiéramos como oportunidades?

En Ecuador, los datos sobre la participación laboral de personas autistas son escasos. Sin embargo, a nivel global, estudios como los de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sugieren que muchas personas en el espectro enfrentan tasas de desempleo desproporcionadas, no por falta de capacidad, sino por entornos que no se adaptan a sus necesidades. En América Latina, donde la discriminación estructural ya es un peso histórico, esta exclusión se agrava. Y aquí va una pregunta para la introspección: si creo que una persona autista no puede liderar porque «no encaja» en mi idea de normalidad, ¿soy incluyente o simplemente estoy reproduciendo prejuicios?

La inclusión sin etiquetas: un beneficio colectivo

Hablar de autismo en el trabajo no significa crear una lista de empleados «neurodivergentes». Significa diseñar espacios que sean cómodos para todos. ¿Cómo? Reduciendo estímulos innecesarios –luces fluorescentes parpadeantes o ruidos constantes–, ofreciendo flexibilidad en horarios o tareas, y promoviendo una comunicación clara y directa. Estas medidas no solo favorecen a quienes están en el espectro, sino que mejoran la calidad de vida laboral de cualquier persona. ¿Quién no ha sentido alguna vez el agobio de una oficina caótica?

Empresas como Microsoft o SAP ya han dado pasos en esta dirección con programas como «Autism at Work», que no buscan «detectar» autismo, sino aprovechar el potencial de personas neurodivergentes. En Ecuador, aunque estamos lejos de esa escala, el camino está abierto. La Constitución de 2008, en su artículo 11 numeral 2, prohíbe la discriminación de cualquier tipo, su espíritu nos invita a actuar.

Productividad y humanidad: dos caras de la misma moneda

Discriminar –o ignorar– la neurodiversidad no es rentable. Paul Donovan, economista jefe de UBS, lo dijo claro: un empleado que invierte energía en «encajar» a costa de su bienestar es menos productivo. Las personas con el espectro autistas, con su capacidad para la concentración, el análisis detallado o la creatividad fuera de lo convencional, pueden ser un activo invaluable si se les da el entorno adecuado. La pregunta es: ¿cuánto talento estamos perdiendo por no adaptar nuestros espacios?

No necesitamos un censo de personas autistas en nuestras empresas. Necesitamos una cultura que no las expulse antes de que puedan demostrar lo que valen. En un país como Ecuador, donde el acceso al empleo ya es un desafío para muchos, la inclusión laboral de la neurodiversidad es un paso hacia la justicia social y el desarrollo económico.

Cinco pasos para liderar desde la neuroinclusión

Si queremos que los espacios laborales sean un reflejo de la diversidad humana, aquí van cinco pautas prácticas para empezar:

  1. Sensibilizar sin estigmatizar: Capacitar a equipos sobre neurodiversidad sin caer en la tentación de señalar a nadie.
  2. Diseñar entornos flexibles: Ajustar iluminación, ruido y rutinas para que todos se sientan cómodos.
  3. Comunicar con claridad: Evitar ambigüedades en instrucciones y expectativas.
  4. Invertir en bienestar: Priorizar la salud mental como un recurso empresarial, no como un lujo.
  5. Medir el impacto: Evaluar cómo estas acciones mejoran la productividad y el clima laboral.

Un compromiso más allá del 2 de abril

El Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo no debería ser una fecha aislada en el calendario, sino un recordatorio de que la inclusión es un proceso diario. No se trata de caridad ni de cumplir una cuota. Se trata de reconocer que la diversidad, en todas sus formas, nos hace más fuertes. En los espacios laborales, como en la vida, la justicia y la productividad van de la mano. Y si logramos que una persona autista –o cualquiera– se sienta segura y valorada, habremos dado un paso hacia un mundo menos excluyente. ¿No es ese el Ecuador que queremos construir?

Mgs. Diane Rodríguez, Psic.
Magister en Gestión del Talento Humano
Coordinadora de Pride Connection Ecuador (Red de Talento Humano Inclusiva para la Diversidad – «El éxito está en la diversidad»)
diane.rodriguez@camaralgbt.com

@DianeRodríguezZ | +593982001871

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